Las nubes deben tener suficiente humedad para que los químicos puedan inducir las lluvias.

El pasado 18 de septiembre de 2024, el ministro de Energía y Minas, Antonio Goncalves, aseguró que el Gobierno de Daniel Noboa ya había comenzado a bombardear o estimular las nubes para que llueva sobre las hidroeléctricas del país, tal como ocurrió en abril pasado con un primer intento.

«Ya lanzamos una campaña de estimulación de nubes con la esperanza de que ocurra lo mismo que en otras ocasiones», afirmó.

Goncalves mencionó que el programa de bombardeo de nubes es una de las acciones de la cartera de Estado para evitar la pérdida de la hidroeléctrica Mazar, que produce 170 Megavatios (MW) y que, a causa del estiaje (sequía), está en sus niveles más bajos y a punto de salir de operaciones.

En abril de 2024, en medio de la crisis que provocó apagones de entre 8 y 9 horas diarias, el Gobierno también anunció el bombardeo de nubes. Se aseguró que todo fue un éxito, pero nunca se presentaron evidencias y datos para probar esa afirmación.

El pasado 19 de septiembre de 2024, es decir un día después del anuncio del ministro Goncalves, el director de Pronósticos del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), Vladimir Arreaga, durante una entrevista pública, explicó que en medio de un ambiente excepcionalmente seco se vuelve complejo bombardear nubes con buenos resultados.

«Es un proceso bastante complejo, hay que cumplir con varias condiciones. Hace semanas atrás recomendamos que, en ese entonces, no era posible por falta de humedad«, indicó.

En otras palabras, aunque el bombardeo de nubes a sido exitoso en países como Brasil, en las actuales condiciones climáticas del Ecuador, desde el Inamhi se ve poco probable implementarlo. De hecho, las mejores condiciones y tiempo para realizar un bombardeo de nubes es cerca de la temporada de lluvias.

«En época seca es muy poco probable este proceso», aseveró Arreaga.

Las lluvias podrían aparecer en la Sierra, pero no se sabe sin la magnitud que se necesita para superar el estiaje, durante la última semana de septiembre y con más seguridad en los primeros días de octubre.

El bombardeo de nubes es proceso complejo porque se necesita aplicación de tecnología y modelos numéricos específicos que simulen el comportamiento de humedad y el ingreso de nubosidad.

El bombardeo de nubes, también conocido como siembra de nubes, es una técnica de modificación climática que busca estimular la precipitación mediante la dispersión de sustancias como yoduro de plata, cloruro de sodio o dióxido de carbono en las nubes. Los costos y la efectividad de este proceso varían según el lugar y el enfoque utilizado.

Para comprender cómo funciona el bombardeo de nubes, primero se debe conocer a los actores principales de esta obra: las nubes. No todas las nubes son iguales, y algunas tienen mayor predisposición a generar lluvia que otras.

Las nubes se forman por la condensación del vapor de agua en la atmósfera. A medida que el aire asciende, se enfría y su capacidad para retener vapor de agua disminuye. El vapor sobrante se condensa en pequeñas gotas de agua o cristales de hielo, dando origen a las nubes.

Pero ¿Qué hace que la lluvia caiga desde las nubes? Aquí entra en juego otro factor clave: el tamaño de las gotas de agua. Dentro de una nube conviven gotas de agua microscópicas que luchan contra la fuerza ascendente del aire. Para que llueva, estas gotitas deben crecer y ganar peso lo suficiente para vencer la resistencia del viento y caer hacia la superficie terrestre.

Es aquí donde la temperatura juega un papel crucial. En las zonas altas y frías de las nubes , el vapor de agua se condensa directamente en cristales de hielo.

A medida que estos cristales de hielo descienden hacia zonas más cálidas, atraen y chocan con las gotitas de agua circundantes. Este fenómeno, conocido como el proceso Bergeron-Findeisen, provoca que las gotitas de agua se congelen sobre la superficie de los cristales de hielo, aumentando su tamaño y peso. Eventualmente, estas partículas heladas se vuelven tan pesadas que caen en forma de lluvia, nieve o granizo, dependiendo de la temperatura del aire en las capas inferiores de la atmósfera.

La idea de provocar lluvia a voluntad con el bombardeo de nubes parece casi mágica. Pero ¿Qué tan efectiva es esta técnica en realidad? La respuesta, como suele suceder en la ciencia, no es blanco o negro.

Existen estudios científicos que avalan el potencial del bombardeo de nubes para incrementar las precipitaciones en determinadas condiciones. En experimentos controlados, se ha observado un aumento estadístico de la lluvia en zonas donde se aplicó la siembra de nubes en comparación con zonas de control.

Sin embargo, la eficacia de esta técnica depende en gran medida de las características previas de las nubes y las condiciones atmosféricas. Para que el bombardeo de nubes funcione, se necesita de nubes con suficiente humedad y corrientes ascendentes vigorosas. Si las nubes no tienen la capacidad natural de generar precipitaciones, la siembra con yoduro de plata tendrá un efecto mínimo o nulo.

Además de las condiciones atmosféricas, la precisión de la aplicación también juega un papel crucial. Las partículas de yoduro de plata deben liberarse en el momento y lugar correctos dentro de la nube para maximizar su efecto. Lograr esto requiere de un alto grado de conocimiento sobre la dinámica de las nubes y el uso de herramientas meteorológicas especializadas.

Teniendo en cuenta estos factores, la comunidad científica aún debate el grado real de efectividad del bombardeo de nubes. Algunos expertos afirman que los aumentos de precipitación observados son marginales y difíciles de separar de la variabilidad natural de las lluvias. Otros estudios sugieren que la siembra de nubes podría ser más efectiva en regiones específicas o para prevenir la formación de granizo.

F: LA HORA

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