La educación sexual se debe trabajar con los niños y adolescentes de la mano de las familias y las instituciones educativas, según una psicóloga.
La semana pasada, la noticia de un caso de presunto abuso sexual a dos menores de edad conmocionó al país. Los agresores serían tres estudiantes de un colegio particular de Guayaquil, que habrían abusado de dos compañeras, utilizando escopolamina, durante un viaje a Punta Cana.
Días más tarde se conoció de un caso de violencia sexual contra una niña de cinco años de la misma institución, aunque en este caso aún no se ha señalado a un presunto agresor.
Y es así como se remarca una urgencia que no es nueva, pero que sigue siendo tabú en Ecuador: es necesario hablar de educación sexual y violencia de género en las escuelas, colegios y universidades del país.
Así lo considera la periodista Thalíe Ponce, directora y fundadora de Indómita Media, un portal de noticias con enfoque de género y derechos.
Estos casos, según Ponce, revelan el estado de la educación primaria y secundaria en Ecuador: “Evidentemente si esto está pasando en entornos educativos, así no haya sucedido dentro del colegio, significa que algo está fallando”, dijo la periodista en una entrevista con EL UNIVERSO. Ella también observó una falencia en los protocolos que tienen que ver con educación y con prevención y atención a la violencia sexual y citó el caso de Paola Guzmán Aberracín.
En Ecuador, el precedente más grande de abuso sexual cometido dentro de una institución es el caso del 2002 de Paola, la adolescente de 16 años que era abusada por el vicerrector de su colegio, y que, después de haber sido obligada a abortar, se suicidó con pastillas.
En el 2020, la Corte IDH sentenció al Estado ecuatoriano como responsable por la violencia sexual e institucional de la que Paola fue víctima, y ordenó que el Estado provea de asistencia, orientación y atención a víctimas de violencia sexual en el ámbito educativo, además de capacitación del personal educativo respecto a abordaje y prevención de situaciones de violencia sexual. Eso implicaría agregar la educación sexual a las mallas educativas en todo el país.
De acuerdo a la psicóloga clínica Kathalina Urquizo, la educación sexual es un proceso que debe comenzar en la niñez y avanzar con la edad, adaptando el contenido a las nuevas necesidades e inquietudes de los estudiantes: “Los abordajes del contenido de la educación sexual deben ir creciendo hasta los adolescentes para un buen manejo de los cuestionamientos que tiene la sexualidad”, comentó a EL UNIVERSO.
Uno de los primeros pasos que ella propone es enfocarse en los factores normales del reconocimiento corporal, como enseñarle a los niños, desde pequeños, los nombres reales de las partes del cuerpo para que puedan identificarlos en caso de algún tipo de abuso sexual. Luego, enseñar también la autoprotección y lo que significan los abusos sexuales. Este es un trabajo que, según Urquizo, va de la mano de las instituciones, los niños y sus familias.
En preadolescentes, la educación que reciben se debería centrar más en los cambios físicos que están viviendo.
Sin embargo, la psicóloga ha notado que el nivel de educación sexual que reciben los niños depende en gran medida de su entorno familiar.
“Las familias son las que han elegido tener el abordaje de cómo se maneja el tema de la información sexual desde su propio discurso”, explicó Urquizo. “Por eso muy pocas instituciones tienen eso como una materia dentro del pénsum educativo”, agregó.
El entorno familiar es responsable de educar a los niños y adolescentes en temas de sexualidad, especialmente porque vivimos en lo que la psicóloga describe como “una cultura muy sexualizada”, pero si no se educa, las consecuencias podrían ser drásticas.
Algunos abusos sexuales, especialmente los cometidos por adolescentes, obedecen precisamente a esa combinación de falta de educación sexual en una cultura sexualizada, que glorifica la violencia y la agresión hasta en la música. A eso, Urquizo le suma el despertar sexual del adolescente y al ejercicio de poder que ejerce sobre su víctima.
Lo que viene después del abuso sexual
En Ecuador se registraron más de 52.000 casos de violencia sexual en contra de niños, niñas y adolescentes entre enero de 2018 y junio de 2023, según cifras de la Defensoría del Pueblo. De estos casos, solo el 4,15% ha recibido sentencia, y el resto sigue impune.
Esto evidencia no solo una falla en los protocolos de prevención, sino también en el proceso de obtener justicia en Ecuador, algo que según Kathalina Urquizo es muy importante para las víctimas de abuso sexual.
Thalíe Ponce señala que un factor que sigue perpetrando la obstrucción de la justicia en casos de abuso sexual es que no se están ejecutando las políticas públicas que ayudarían a combatir la violencia basada en género. Y para ejecutarlas, se necesita de presupuesto estatal.
El 20 de febrero de 2024, el presidente Daniel Noboa anunció una reducción del 23% en el presupuesto destinado al Ministerio de la Mujer y Derechos Humanos, reduciendo así el presupuesto para combatir la violencia de género desde esta cartera del Estado.
La ineficacia de la justicia continúa en el proceso de denunciar a los agresores, pues según Ponce, las mujeres “son sometidas a revictimización, a contar una y otra vez lo que les pasó, y muchas de ellas son también estigmatizadas por el propio sistema, por los propios jueces y fiscales que no les creen o dudan de sus testimonios”.
No todas las víctimas denuncian
“Los procesos de justicia en Ecuador son largos, son ampliamente largos y es desgastante. Para una víctima que ya ha vivido un acto de violencia, que vivió una situación atroz en su vida, tener que pasar por esto no es cosa fácil”, aseguró la periodista.
Y no es solo la impunidad legal la que condena Ponce, sino también la impunidad social: “Si no somos reconocidas como víctimas socialmente, es muy difícil que seamos reconocidas como víctimas legalmente. Eso tiene una parte de la responsabilidad la sociedad, de qué estamos entendiendo por violencia y cómo estamos actuando, y entendiendo a las víctimas”.
Según Ponce, tampoco es posible hablar de violencia basada en género sin reconocer el contexto de seguridad de Ecuador.
“El país está atravesando un contexto de profunda violencia, está asociada al narcotráfico pero esa violencia también tiene que ver con una violencia machista”, reconoció. “Estamos combatiendo la violencia con más violencia y eso hace que la terminemos normalizando”.
F. El Universo
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